Los algoritmos están cada vez más presentes en nuestras vidas, desde recomendaciones de contenido hasta decisiones cruciales. ¿Qué sucede cuando estos sistemas no reflejan nuestra realidad y perpetúan desigualdades?
En un mundo cada vez más digitalizado, los algoritmos han adquirido un rol central en la toma de decisiones. Desde sugerir una serie en una plataforma de streaming hasta influir en elecciones laborales o en el acceso a servicios públicos, estos sistemas prometen simplificar la vida cotidiana. Sin embargo, ¿qué pasa cuando sus errores, sesgos o limitaciones afectan negativamente nuestras libertades?
La investigadora Andrea Rosales, del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya, alerta sobre los riesgos de una digitalización forzada que excluye a las personas más vulnerables. Inspirándose en la novela "QualityLand" de Marc-Uwe Kling, Rosales señala que depender demasiado de los algoritmos puede reducir nuestra autonomía, amplificar desigualdades y comprometer la democracia.
En "QualityLand", los ciudadanos no tienen opción fuera del mundo digital. Cada decisión, desde encontrar pareja hasta elegir qué comprar, está determinada por algoritmos que aseguran conocerlos mejor que ellos mismos. Este escenario, aunque ficticio, refleja una tendencia real en nuestras sociedades: servicios públicos y privados que restringen la presencialidad o no ofrecen alternativas fuera de internet.
Para aquellos con menos acceso o habilidades tecnológicas, esta exclusión puede ser devastadora. Según Rosales, “las tecnologías digitales generan la ilusión de control y cuantificación de todos los aspectos de la vida, pero muchas veces estos sistemas no capturan la complejidad de nuestra realidad”.
Uno de los mayores peligros de los algoritmos es que no son neutrales. Al basarse en datos históricos, pueden perpetuar prejuicios existentes y marginar a colectivos desfavorecidos. Por ejemplo, las aplicaciones de citas priorizan ciertos atributos cuantificables, dejando de lado aspectos más subjetivos y profundos de la personalidad.
Además, la opacidad de los algoritmos, justificada a menudo como secreto comercial, dificulta la rendición de cuentas. Esto es especialmente problemático en decisiones cruciales como aprobaciones de crédito, selecciones laborales o acceso a servicios básicos.
La novela de Kling, Qualityland, también explora cómo la datificación de la vida cotidiana afecta nuestra psicología y nuestras relaciones. El personaje principal, Peter Sinempleo, se siente desconectado de las decisiones que los algoritmos toman por él, ya que no reflejan sus verdaderas necesidades ni deseos.
En un contexto político, esta dinámica plantea preguntas fundamentales sobre el futuro de la democracia. En "QualityLand", un androide se postula como candidato presidencial, basando su campaña en datos y lógica. Si bien esto sugiere eficiencia y objetividad, también resalta el riesgo de excluir a minorías y dificultar la fiscalización de decisiones.
Para mitigar los riesgos asociados a los algoritmos, Rosales sugiere:
Aunque los algoritmos han transformado nuestras vidas, es fundamental reflexionar sobre su impacto en nuestra libertad y derechos. La digitalización debe ser una herramienta para mejorar la calidad de vida, no una imposición que excluya o perjudique.
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